viernes, 3 de noviembre de 2017

VISITA A T&T REPARACIONES


            Canillejas, en Madrid, es un barrio compuesto por bloques de viviendas de ladrillo marrón o rojizo dispuestas en largas y tranquilas calles. Su altura de tres o cuatro pisos permite, mientras se camina, disfrutar la amplitud brillante y azul del cielo. Este lugar me recuerda en muchas cosas a aquel otro donde me crié y aún vive mi familia; es un barrio modesto y obrero en el que me siento muy cómodo.

            Encuentro la sede de T&T reparaciones en el número 18 de la calle Fenelón, en todo parecida a las que la rodean salvo por el llamativo cartel que el taller ostenta sobre su puerta y en el que puede verse el dibujo de una pluma estilográfica. Por lo demás, la fachada es de una discreción absoluta. Al igual que ocurre con algunas personas, el aspecto exterior resulta muy normal: es al otro lado de la puerta de entrada donde sus cualidades aguardan a que entremos para conocerlas.

            Unos segundos después de llamar al timbre esa puerta se abre y estoy frente a un hombre alto y fuerte de expresión afable. Me presento y él me ofrece su mano, tan grande y fuerte como él mismo, a la vez que me hace pasar sin ceremonias. Es Antonio Jesús Gómez Sánchez, cuya primera inicial —una vez acortado su nombre al de Toni— integra, junto a la de Teodoro Rodríguez de la Pinta, la razón comercial y el alma del taller de reparaciones.

            Enseguida estrecho también la mano de Teodoro, una mano que se intuye tan rápida como ágiles son las contestaciones que intercala con su permanente charla al teléfono por razones de trabajo. Tras una mesa repleta de estilográficas y otros útiles de escritura en alguna de las sucesivas fases de regreso a la vida, atiende sin cesar una llamada tras otra. Al igual que Toni, me recibe con gran amabilidad y una sonrisa; está claro que el empeño de ambos es que me sienta cómodo y, después de solo unos instantes, gracias a su simpatía, ya lo han conseguido.

            Mientras Teodoro no deja de recibir llamadas, Toni me guía por los espacios del establecimiento. En primer lugar, nada más cruzar la puerta, una mesa compone la pequeña recepción cubierta de diversos artículos que llaman la atención del aficionado desde el primer momento. Mi radar estilográfico se activa cuando intuye, justo detrás de esa mesa, unos expositores de cristal habitados por largas hileras de estilográficas Waterman y Parker, las especialidades de venta de la tienda. Pero esto no es nada; a la izquierda se sitúan nuevos expositores, de mayor altura y cabida, que albergan muchos más ejemplares de mismas firmas y también una sorpresa adicional: una sección de estilográficas antiguas, completamente restauradas y en perfectas condiciones para su uso. Cada pieza espera a su futuro propietario o propietaria sobre una funda de piel oscura para su transporte y protección.


            
                  Toni me conduce luego de regreso a la zona de trabajo, compuesta por varias mesas donde las estilográficas esperan, desmontadas en piezas, a que les llegue el turno de su reparación. O de su regreso a la vida, a la existencia diaria y útil que les aporta todo su sentido. En la pared frente a la mesa de Toni una innumerable cantidad de pequeños cajones metálicos contienen las miles y miles de piezas de repuesto necesarias para que esa vida pueda continuar.  

            Amablemente me ofrecen asiento y, mientras Teodoro sigue hablando de manera casi incansable por teléfono, Toni me da algunos detalles acerca de los orígenes de lo que hoy es uno de los mejores y más importantes talleres de reparación de estilográficas del país. Mientras habla, sus manos empiezan a moverse, en apariencia dotadas de voluntad propia; toman un paño de un lado, un bote de cola de otro y se aplican a continuar el arreglo que las ocupaba a mi llegada.  Me cuenta que, hasta hace siete años, ambos eran empleados del servicio post-venta de las firmas Parker y Waterman. Cuando su dirección, tras un período de vacilaciones, decidió cerrar la fábrica que tenía en España comenzó una época dura, una fase de incertidumbre de la que, sin embargo, nuestros protagonistas tuvieron la idea de salir estableciéndose por su cuenta. Así nació la empresa T&T reparaciones y, con ella, la oportunidad de miles y miles de usuarios y usuarias de estilográfica de ver renovado el uso de su instrumento de escritura preferido.


            La conversación a tres bandas se ve interrumpida con frecuencia por el timbre del teléfono. Teodoro contesta con su simpatía habitual y menciona a una tal “Julia”. Supongo que debe ser Julia Gusano, la propietaria de la célebre tienda en el centro de Madrid que lleva su nombre y que cuenta con una gran colección de estilográficas, sobre todo de la marca Waterman. También en este establecimiento, por lo que tengo entendido, funciona un taller de reparaciones, aunque dedicado en exclusiva a piezas antiguas.

            No repetiré íntegros los términos de nuestra charla sobre las políticas de la “gran empresa” acerca de la sustitución de componentes de los instrumentos de escritura. Basta decir que eran y siguen siendo contrarios a los principios y soluciones de T&T reparaciones, que apuesta por la idea de que todo, o casi todo, tiene arreglo, y de que los recuerdos y emociones unidos a un objeto no tienen precio ni deben estar supeditados a una estricta contabilidad empresarial. Porque hablamos de la memoria, de vínculos con personas y no de fríos números. Una estilográfica que fue usada por nuestra madre o nuestro abuelo, por alguien que tuvo nuestra amistad o nuestro amor, una estilográfica que nos fue regalada en una ocasión especial y que por eso forma parte, ya para siempre, de nuestros recuerdos, no puede ser “sustituida”, como nadie ocupará en nuestra emoción el lugar de la persona que la utilizó o que la compró para nosotros. Personas como Teodoro y Toni apuestan por la recuperación de lo que ha tenido una vida, para permitir que esa vida continúe. Nos regalan la opción de un largo tiempo adicional con los objetos especiales que sobreviven como un rastro y un testimonio de nuestra existencia emocional. Me gusta pensar que esta opción, la alternativa del sentimiento y la vinculación con nuestras experiencias de escritura, es también la mía y será cada vez la de más personas.



            Por eso quiero dar las gracias a Teodoro y Toni por hacer esa opción posible y por la profunda amabilidad y simpatía de su recibimiento. Como testimonio de mi visita a su casa quise hacerme con una minúscula parte de su inmenso muestrario de artículos y decidí llevar una pluma Waterman modelo “Centurión”, de modesta factura pero desempeño infalible, que ellos me vendieron por un precio muy inferior al original. Porque sí, también en el ámbito de la restauración de la memoria caben los descuentos a beneficio de la clientela; es la ventaja de tratar con quienes aúnan la condición de comerciantes con la de artesanos y, sobre todo, buenas personas. Desde aquí, un fuerte abrazo y mucho ánimo en vuestra necesaria tarea.