Una maravillosa experiencia, en compañía de las mujeres y hombres de Lucena. Díptico del taller acerca de la vida y obra de Virginia Woolf, que quiso examinar su posición como mujer y como intelectual en la sociedad de su tiempo y en la de nuestro tiempo. Hay obras que recompensan el esfuerzo que supone su acercamiento y comprensión con ideas y emociones que, a partir de ese momento, se quedarán con nosotros y nosotras para siempre.
miércoles, 29 de marzo de 2017
Díptico del taller sobre literatura y género, con motivo del Día de la Mujer
Una maravillosa experiencia, en compañía de las mujeres y hombres de Lucena. Díptico del taller acerca de la vida y obra de Virginia Woolf, que quiso examinar su posición como mujer y como intelectual en la sociedad de su tiempo y en la de nuestro tiempo. Hay obras que recompensan el esfuerzo que supone su acercamiento y comprensión con ideas y emociones que, a partir de ese momento, se quedarán con nosotros y nosotras para siempre.
miércoles, 22 de marzo de 2017
Taller de literatura hecha por mujeres y autoconocimiento - Lucena, Córdoba
Un taller que quiere el acercamiento entre público lector y literatura hecha por mujeres. Una nueva oportunidad para quien lo imparte de comprobar cómo la curiosidad es uno de los motores de la sensibilidad y el conocimiento.
lunes, 13 de marzo de 2017
IGNORANCIA
(Publicado en la revista "Sin ir más lejos" de la ONG Córdoba Acoge)
Todas las personas que conozco
tienen sus rutinas. Se trata de modos más o menos prácticos de hacer las cosas,
de cumplir las obligaciones o de darse pequeños gustos. Se comienza a hacer
cualquier cosa de un modo determinado y, cuando quiere uno quiere darse cuenta,
resulta que ya tiene una costumbre. Prácticamente todas las semanas acudo a la
oficina de correos. Aparco el coche en una avenida cercana, donde suele haber sitio.
Después, hago mis copias y, con los sobres bajo el brazo, camino el trecho de
unos diez minutos hasta la oficina de correos más próxima. No siempre es un
paseo agradable. A veces tengo otros recados que hacer, formalidades, compras,
visitas, llamadas, y las agujas del reloj parecen correr en contra de mi
propósito de cumplir con todos.
La última vez que tuve que hacer ese
trayecto, en cambio, pude emprender el breve camino respirando con
tranquilidad. Primero unas cuantas calles, color cemento. Un parque minúsculo
haciendo esquina, en cuyo cuadrado apenas suficiente se aprietan las ramas de
algunos arbustos y árboles raquíticos y las formas coloridas de toboganes y otros juegos infantiles. En aquel momento
estaban tomados por un grupito de adolescentes que bromeaban y chillaban,
formando un círculo y haciendo un enorme e inútil esfuerzo para que no se
notase lo que estaba ocurriendo en su interior.
Después la carretera, en la que hay que
estar muy atento para cruzar porque los coches, las motos y autobuses pasan a
gran velocidad. Más allá del semáforo, un puente gris sortea las vías del tren.
Una y otra vez, manos desconocidas escriben en las paredes también grises que
se alzan a ambos lados del puente mensajes más o menos comprensibles. Luego,
otras manos anónimas intentan borrar las letras dibujadas con espray. Como resultado,
esas paredes están cubiertas de pintadas cuyas líneas muestran diversas
intensidades: las hay que casi parecen recién hechas y otras ya muy desleídas,
como la imagen de un objeto tirado en un lago que viéramos hundirse lentamente
en el agua.
No suelo fijarme en el contenido de
las pintadas. Cada vez que cruzo el puente, solo soy capaz de recordar la
escena de Paris, Texas, la película
de Wim Wenders, en la que el protagonista camina por otro muy parecido solo que
mucho más largo, casi interminable, que atraviesa el espacio sobre el tráfico
de una autopista. A lo largo de todo ese trayecto le vemos avanzar mientras escucha
los gritos e imprecaciones de un pobre loco que amenaza a la humanidad con su
propia debacle. En cambio, este último día que pasé por allí una de las
leyendas de la pared llamó mi atención. En letras grandes, regulares y de color
azul intenso, la pintada decía: “IGNORANCE Your new best friend?” (IGNORANCIA
¿Tu nuevo mejor amigo?)
Terminé de cruzar el puente, fui a
correos, entregué mi sobre. A la vuelta tuve que hacer unas compras en el
supermercado. Durante todo aquel rato, la frase del puente y su significado
planearon sobre mi conciencia. Las palabras que la componían, igual que una
semilla de violento fruto, daban lugar a ideas que crecían como raíces y ramas
nuevas en mi pensamiento. No acierto a
explicarlo de otra manera. Una comunicación se había establecido entre el autor
o autora de la frase, su inscripción en forma de pintada y yo; mi archivo
particular de despropósitos encontró bastante que responder al llamado que el
mensaje incorporaba. Porque son muchos los ejemplos que pueden encontrarse de
que la ignorancia, efectivamente, se extiende como un virus dañino, tal vez el
más peligroso que la humanidad haya conocido. Hace escasas semanas, varios
millones de norteamericanos decidieron elegir a un fascista como presidente de
su gobierno; acaso lo más desconcertante desde aquel momento haya sido
comprobar cómo muchas de las cosas que este individuo ha ordenado hacer vienen
practicándose en nuestro entorno desde hace tiempo, sin que los observadores
internacionales hayan elevado grito alguno de denuncia al respecto. Vallas
compuestas a base de cuchillas, en lugar de un muro; pelotas de goma disparadas
a inmigrantes náufragos desde una playa de Andalucía; declaraciones políticas de
dudosa humanidad. Ministros y ministras eluden el hecho de que, tras el
sustantivo que utilizan para referirse a todas las personas que están en una
situación determinada (verbigracia, “refugiados”) hay realidades muy diversas,
todas desesperadas: necesitadas de ayuda, de comprensión y no, como ellos
prefieren, únicamente de cautela y rechazo.
Son muchos los signos de que la
política acerca de inmigración de nuestro país y otros del entorno resulta bastante
parecida a la que ese presidente norteamericano, entre gesticulaciones de
clown, lleva a cabo en las pantallas de nuestros televisores. Sin embargo, en
las últimas elecciones, millones de ciudadanos y ciudadanas españoles
decidieron ofrecer a ese grupo de políticos la oportunidad de seguir aplicando
su “mano dura”, no solo en contra de personas procedentes de otros países, sino
también de estudiantes, artistas, votantes de partidos distintos o cualquier
otro que, sencillamente, quiera mostrar su disconformidad con lo que se está
haciendo por medio de una manifestación. Pretenden ponernos una enorme,
apretada mordaza. Todo lo que podemos hacer, además de seguir manifestando
nuestra oposición a ese conjunto de actitudes y medidas, es lanzar nuestras dudas
a quienes parecen conformes con la situación y todas sus probables
consecuencias. Esas dudas muy bien podrían adoptar la forma de la pregunta que
encontré, por pura casualidad, escrita en la superficie gris del muro de
protección de un puente: “IGNORANCIA ¿Tu nuevo mejor amigo?”
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